En 1994, Ruanda vivió uno de los episodios más oscuros de su historia. Durante cien días, el país fue testigo de un genocidio que dejó cerca de un millón de personas asesinadas, la mayoría pertenecientes a la etnia tutsi. Esta ola de violencia, planificada y alentada por una maquinaria propagandística llena de odio, no solo se cobró vidas humanas, sino que también destrozó el tejido social y cultural del país. Los supervivientes quedaron profundamente marcados por la pérdida de sus seres queridos, el colapso de comunidades enteras y las cicatrices imborrables de un trauma colectivo.
En un contexto tan devastador, el arte comenzó a surgir como una herramienta inesperada y poderosa para la sanación y la reconciliación, un faro de esperanza en medio de la desolación. Así, las comunidades han encontrado medios para reconstruir el tejido social y fomentar un sentido renovado de unidad y esperanza.
Por ejemplo, proyectos como The Rwanda Healing Project han utilizado el arte visual, el teatro y la música para crear espacios donde las personas pueden expresar su dolor y encontrar consuelo en la creación compartida. Esta iniciativa ha promovido talleres en los que los supervivientes trabajan juntos para pintar murales o crear piezas artesanales que reflejan sus historias, mientras que las obras teatrales han facilitado conversaciones difíciles y, a menudo, catárticas entre los perpetradores y las víctimas.
Otra iniciativa destacada es Kurema, Kureba, Kwiga (Crear, Ver, Aprender), un programa de arte comunitario que ha embellecido las calles de Kigali y otras localidades con murales coloridos que transmiten mensajes de unidad, fortaleza y renacimiento. Estas obras no solo adornan los espacios públicos, sino que también funcionan como recordatorios tangibles de que la convivencia pacífica es posible, incluso después de una tragedia tan devastadora.
Desde Kripties Fundación queremos y alentamos a explorar colaboraciones con estas iniciativas artísticas ya establecidas y con otras nuevas, ejemplos vivos del poder transformador del arte en situaciones de postconflicto.
Tan importante como ello es dar a conocer estas historias que no solo honran a quienes sufrieron y sobrevivieron, sino que también inspiran a otros lugares del mundo donde la división y la violencia amenazan la estabilidad social. Mostrar cómo Ruanda ha utilizado el arte como una herramienta para la recuperación puede servir de modelo para otras comunidades, subrayando que el respeto por los derechos humanos y la dignidad humana siempre deben estar en el centro de nuestras acciones.
Juan Esteban, presidente de Kripties Fundación e impulsor de TransArte, para Kripties Fundación:
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