EL ARTE EN LA MEMORIA
Hoy, en el Día del Derecho a la Verdad, ciertas fechas nos sacuden, nos reclaman el respeto de mirar de frente la Historia, por dolorosa e incómoda que sea.
Recordar nacimientos oscuros como el de Adolf Hitler o juicios perturbadores como el de Anders Behring Breivik es un ejercicio necesario. Pues en esos puntos sombríos debemos incidir en la fuerza del arte para transformar el dolor en memoria activa. Y en España sabemos bien lo que significa llevar heridas históricas abiertas. Durante el franquismo, el arte fue manipulado como arma ideológica, pero también floreció en secreto como lenguaje rebelde y clandestino. Los artistas, a menudo perseguidos o silenciados, resistieron desde la creación; sus obras se convirtieron en testimonios vitales, capaces de desafiar la narrativa impuesta por el régimen. Así, el arte se consolidó como un acto valiente de memoria y resistencia.
"La espantá de Málaga" evoca una de esas heridas históricas hasta hace poco silenciadas bajo una tirita ya acartonada y casi caída en el olvido. La barbarie vivida en febrero de 1937 durante la Guerra Civil española, cuando miles de personas huyeron desesperadamente por la carretera hacia Almería bajo el bombardeo franquista y fascista.
La Ley de Memoria Histórica, promulgada en 2007, significó para nuestro país un paso imprescindible, similar al que dio Noruega enfrentando la tragedia causada por Breivik. Reconocer los horrores pasados es solo el inicio de un proceso más profundo, una conversación abierta con nuestra historia que busca la verdad, la justicia y, en última instancia, la reconciliación. Como artista, creo firmemente que el arte es indispensable en este diálogo colectivo. No solo nos ofrece un espejo donde vernos, sino una herramienta crítica para cuestionar y redefinir el relato heredado.
El arte, por su propia naturaleza, implica compromiso y transformación; es un agente activo de reparación histórica. A través de él, confrontamos nuestro pasado para sanar nuestro presente y construir un futuro consciente. Y, aunque somos los artistas quienes lanzamos estas propuestas al mundo, siempre es el espectador quien las completa con su mirada crítica, con su derecho absoluto a interpretar y decidir.
«La guerra es la obra de arte de los militares, la coronación de su formación, el broche dorado de su profesión. No han sido creados para brillar en la paz», nos recuerda Isabel Allende. Esa paradoja entre belleza y brutalidad es la que debemos explorar sin miedo: solo mirando de frente nuestra verdad podremos reparar, recordar y reconstruir un mundo para todos.